

«La mirada del Meeting puede realmente generar bien en el mundo». Michele, de 21 años, no tiene dudas. Estudia ingeniería aeroespacial en el Politécnico de Milán, igual que Pietro, que tiene un año menos. Juntos vivieron la experiencia del voluntariado en el Premeeting tendiendo y montando cables y, sobre todo, construyendo amistades. Son “Rostros que construyen”.
«Es el segundo año que participo y en ambos he trabajado como electricista. Este año hemos trabajado en el Pueblo de los Jóvenes: los primeros días para montar la instalación eléctrica y luego para ayudar a los demás. Cuando terminamos nuestro trabajo, nos pusimos a disposición. Había que pintar, arreglar mesas, ayudar a los chicos de la Academia de Brera. Y lo hicimos con alegría», cuenta Pietro. «Fue un trabajo cansado, pero hermoso. Seguimos las indicaciones de Roberto, un electricista de Verona, y cada noche volvía a casa agotado pero contento. Volvería a elegir pasar mis vacaciones así sin dudarlo. Quisiera volver también el próximo año», añade Michele.
La experiencia del Premeeting no fue solo laboral, sino también humana. Pietro quedó impresionado por «la mirada de los adultos. Ver con qué cuidado y atención construían las cosas. Incluso cuando pensábamos que habíamos terminado, ellos nos invitaban a hacerlo mejor, a embellecerlo todo. Había un deseo de perfección que no nacía de la ansiedad, sino del amor por lo que se estaba realizando». Detrás de cada cable oculto, de cada luz colocada, él veía un significado más grande. «Nuestro trabajo podía parecer “inútil”, porque las luces están ahí y se ven igual, pero en realidad contribuíamos a hacer el Meeting más bello, más acogedor. Era como si, montando los focos, preparáramos el espacio para algo más grande».
Michele profundiza en el tema del “descubrimiento al hacer”. «Durante un testimonio, el presidente del Meeting, Bernhard Scholz, dijo que al crecer se descubre que el bien común puede coincidir con el bien personal. Pues bien, eso lo experimenté allí: hacer algo por el Meeting, por un bien más grande que yo, me hizo feliz».
La alegría nacía de un clima de amistad sencilla y concreta. «En un momento, entre dos grupos que trabajaban juntos surgió un poco de competencia, porque veníamos de universidades diferentes. Nuestro responsable nos miró y dijo: “Aquí todos somos amigos. Si queremos que salga bien, tenemos que estar unidos”. En los días siguientes, esas palabras se hicieron realidad. Fue maravilloso», cuentan.
Para Michele, el Meeting siempre ha sido un punto de referencia. «Voy desde pequeño, primero con mi familia y luego con los amigos. Es un lugar al que vuelvo cada año por los encuentros, las exposiciones, pero también por la compañía. Siempre me asombra ver cómo una cierta mirada sobre la realidad puede generar tanto bien, en la cultura, en la política, en la misión».
Al mirar el mundo, reconocen en el Meeting algo raro. «Es un lugar donde hay espacio para todos. Cada uno puede hacer algo, no se necesita una capacidad especial. En un tiempo en que el diálogo parece desaparecer, aquí se experimenta una unidad posible, real», subrayan.
Por eso, para Michele y Pietro, poder apoyar el Meeting es un don. «Es una semana en la que el mundo puede reencontrarse, en la que reina la paz desde las nueve de la mañana hasta la medianoche». Y no solo eso... «Donar al Meeting significa permitir que más personas vivan una experiencia que puede cambiarlas. Deseo que quienes no lo conocen puedan vivirla: cuanto más crece el Meeting, más amplía los horizontes, más bien hace».









