




La exposición y el encuentro sobre los Mártires de Argelia
El artículo comienza describiendo el Meeting como «un evento difícil de imaginar hasta que no se vive en persona». «Entre la treintena de exposiciones presentes», se lee, «se reservó un lugar especial a la memoria de los beatos de Argelia gracias a una magnífica exposición de 600 m² realizada por la Fundación Oasis. La muestra acogió a 15.000 visitantes, cada uno inmerso en un recorrido de aproximadamente una hora de duración. Enmarcada en las conmemoraciones del 30º aniversario, puede considerarse verdaderamente el evento principal de esta efeméride, aun en medio de otras iniciativas ya realizadas y otras todavía previstas».
El artículo recuerda a continuación el mensaje del papa León XIV al Meeting, con un párrafo dedicado específicamente a la exposición, y cita el encuentro “Vidas entregadas. El legado vivo de los mártires de Argelia”, con el presidente del Meeting Bernhard Scholz; Thomas Georgeon, postulador de la causa de beatificación de los mártires de Argelia; la profesora Nadjia Kebour; el arzobispo de Argel, card. Jean-Paul Vesco; y la propia sor Lourdes, con la coordinación de Lorenzo Fazzini, responsable editorial de la Libreria Editrice Vaticana.




El testimonio de sor Lourdes
En la segunda parte del artículo, la religiosa habla en primera persona (texto recogido por Éric Dubois).
«Al principio me había negado a venir, porque no creía tener nada especial que decir y no veía qué podía aportar. Pero tras la insistencia y los ánimos recibidos, pensé que podría ser útil contar nuestra experiencia de habernos quedado en Argelia durante los años de la guerra civil (1991-2002), cuando dos de mis hermanas, Ester y Cari, fueron asesinadas a tiros el 23 de octubre de 1994 mientras iban a Misa.
En Rímini me impresionó la maravillosa y cálida acogida ofrecida por los 3.000 voluntarios. Estaban muy bien preparados. Sus explicaciones, profundas y llenas de fe, me conmovieron. Se aseguraban de que no nos faltara nada. Su disponibilidad me impresionó. Fue un momento de esperanza. Parecía que nos conocíamos todos de toda la vida.
Me llevo la alegría de vivir y la esperanza contagiosa que respiré. Para entenderlo, hay que vivir y saborear la experiencia. Me sentí a gusto de inmediato. Cada encuentro era un momento inolvidable, una apertura al mundo desde el punto de vista cultural, humano e incluso familiar».









