Route 77 tres años despues. En bicicleta con Giovannino Guareschi por la via Emilia bis
Curada por Egidio Bandini
Imágenes concedidas amablemente por Eredi Guareschi
Organizzazione di “Gruppo amici di Giovannino Guareschi”
Tres años después de la ‘Ruta 77’, es decir, en el octogésimo aniversario (salteado por Covid y trasladado a 2022), volvemos a recorrer la personalísima ‘Vuelta a Italia’ que Giovannino Guareschi hizo en bicicleta, limitada al Norte y prácticamente a lo largo de la Vía Emilia y el Po (aunque partió de Milán, como queda claro en el autodisparador -hoy diríamos ‘selfie’- de la salida en la Plaza Castello). Después de este viaje, del que había regresado con algunos descubrimientos muy importantes al respecto, el padre de Peppone y don Camilo explicó con precisión dónde situar sus famosísimos relatos del “Mondo piccolo”: “El ambiente es un trozo del valle del Po: y aquí hay que aclarar que, para mí, el Po empieza en Piacenza. El hecho de que de Piacenza hacia arriba sea siempre el mismo río no significa nada: la Vía Emilia, de Piacenza a Milán, es también siempre la misma carretera; pero la Vía Emilia es la que va de Piacenza a Rimini. No se puede hacer una comparación entre un río y una carretera porque las carreteras pertenecen a la historia y los ríos a la geografía. ¿Y qué? La historia no la hacen los hombres: los hombres sufren la historia como sufren la geografía”. En estas pocas frases hay que notar el diferente tratamiento, por parte del padre de Peppone y de don Camilo, del río Po y de la Vía Emilia: mientras que el Po comienza en Piacenza, pero sólo según la visión del propio Guareschi, para la antigua vía consular Giovannino no tiene dudas: dice simplemente que la Vía Emilia es la que va de Piacenza a Rímini. Punto y aparte. Y es desde aquí desde donde nos movemos nosotros también, al contarles esta nueva, pero centenaria historia: la historia de una carretera que, en realidad, está destinada a convertirse, a lo largo de su recorrido, en mucho más que una vía de comunicación. La Vía Emilia es un símbolo, una leyenda, un mito y, por eso mismo, es exactamente el modo de vida que caracteriza nuestra región y la de Giovannino: Emilia-Romagna. Una región formada por muchas almas, muchos corazones, muchas magias. Una región que Edmondo Berselli describió como “una tierra de comunistas, motores, música, buen juego, cocina gorda e italianos con clase”. En definitiva, el retrato de un sueño, de una utopía, de una imagen idealizada que, como en un espejo, se refleja, toda ella, en el negro asfalto de la Vía Emilia. Una cinta oscura que, sin embargo, a los ojos de los que viven a lo largo de esta fantástica carretera, se vuelve tan transparente como el agua del río, con los numerosos vehículos que la recorren formando una verdadera corriente, a la que se abandonan en ambas direcciones: del río al mar y viceversa. Acompañado por los valses de Cantoni y los de Casadei, por el salami Felinese y el de Romagna, por el Amarcord de Fellini y el Rigoletto de Verdi, por el rugido del Ferrari y el sonido acariciador de las olas del retroceso, por el azul del cielo reflejado en el Gran Río y por el Adriático salvaje y verde como los pastos de las montañas. Todo ello siguiendo, de Piacenza a Rimini o viceversa, los cuentos de Guareschi: para leer pero también para buscar, encontrar y revivir bajo este inmenso cielo de la llanura del Po donde, escribió Riccardo Bacchelli: “La naturaleza se extiende, perdura”. Un mundo distinto a los demás, el de nuestra región, porque, según Guareschi, “en esa porción de tierra entre el río y la montaña pueden ocurrir cosas que no suceden en otros lugares”. Cosas que nunca desentonan con el paisaje”. Cosas como la Vía Emilia, a lo largo de la cual, de Piacenza a Parma, a Bolonia, a Cervia, llamamos a cinco sacerdotes para que nos hablen de “su Cristo”: el “Cristo de la Vía Emilia”. El Cristo del ‘Pequeño Mundo’ de don Camilo y Peppone, que salió del gran corazón de Giovannino Guareschi.